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La Gran Depresión y Crack del 29

octubre 11, 2021 Modificado el 31/01/2022 por Idoia G. Munárriz
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El crac del 29, la crisis de 1929 o la Gran Depresión fue una crisis financiera global que afectó a una buena parte de las economías del planeta, generando la depresión más profunda de todo el siglo XX.

La Gran Depresión fue una crisis de carácter financiero, aunque sus efectos pasaron a convertirla en una profunda crisis social, especialmente abusiva con los sectores más desfavorecidos de la sociedad, los cuales veían como su estado de bienestar se desmoronaba completamente.

Ahondar en sus orígenes, conocer los motivos que condujeron a que las economías del mundo se desestabilizasen y analizar su repercusión durante los años posteriores, nos permitirá obtener una imagen detallada de su importancia y gravedad.

El origen de la Gran Depresión o crisis del 29

A pesar de que todos tenemos en la memoria como referente el año 1929, la Gran Depresión fue un proceso que requirió de muchos años previos y de un escenario ideal para que todos los factores propiciaran una de las crisis más importantes de nuestra historia.

Para conocer sus orígenes tendremos que remontarnos a la Primera Guerra Mundial, donde algunos países como Estados Unidos o Japón aprovecharon su posición para asentarse como principales potencias mundiales, colocándose en los mercados financieros y desbancando a países como Reino Unido.

Durante los años de la guerra e incluso después de haber finalizado, Europa multiplicó por 6 la deuda que tenía, haciendo que muchos de los países que esperaban una rápida recuperación se vieran arrastrados por la profunda crisis que atravesaban las naciones derrotadas.

Alemania fue un claro ejemplo, donde los altos intereses y sanciones que recibió como castigo por los daños bélicos, la condujeron a una de las mayores crisis que ha atravesado en su historia. Este fue uno de los motivos por los que, durante la década de los años 20, brotasen corrientes como en nacionalsocialismo y la necesidad de recuperar el poder perdido.

Por otra parte, durante los años 20 en Estados Unidos se gozaba de una época de bonanza, de consumo desenfrenado y primeros pasos en el acercamiento de la bolsa de valores a la sociedad. El resultado fue un incremento de la economía y del estado de bienestar, gracias a la concesión de créditos y el crecimiento de los valores bursátiles. Así daba comienzo la que sería una de las mayores burbujas de la historia.

La fiebre del oro de Wall Street y la especulación del crédito en la crisis de 1929

En Estados Unidos la especulación se convirtió en una especie de actividad normalizada. Se abrieron sucursales donde se promovía la inversión. Fue la clase media la que inició su cultura consumista gracias a la posibilidad de endeudarse para obtener préstamos e invertir después en la bolsa.

Se calcula que más de un tercio de los ciudadanos de Estados Unidos participaba en la compra y venta de participaciones, generando suculentas comisiones y beneficios a corredores de bolsa, fondos de inversión y agencias. La especulación condujo a que el crédito fuera casi una rutina.

Las acciones subían sin límites y permitían seguir generando grandes inversiones y negocios aparentemente prósperos. Esta prosperidad especulativa permitió que las participaciones alcanzasen valores completamente desproporcionados mientras muchos accedían a préstamos para comprar artículos considerados de lujo, como vehículos y viviendas.

Sin embargo, nadie deseaba escuchar las predicciones de aquello que a finales de la década sucedería. Una caída del precio de las acciones supondría una crisis profunda, el sistema no soportaría tal capacidad de endeudamiento, pero el futuro no era de interés. Se adquirían acciones por parte de los fondos de inversión con el único propósito de vender a un precio más elevado.

A nadie le interesaba darle importancia a los riesgos que se comenzaban a vislumbrar. Cualquier voz crítica con la burbuja que se estaba formando en Wall Street era acallada e ignorada. La bolsa suponía un paraíso para los especuladores, con precios que crecían vertiginosamente y que nadie controlaba.

Una tormenta perfecta denominada la Gran Depresión

En octubre de 1929 se desató la crisis. Cientos de grandes inversores decidieron vender sus participaciones a un precio que incluso desconocían, el objetivo era recuperar lo que pudieran. La bolsa comenzó a desplomarse como un castillo de naipes, llevándose consigo los sueños y ahorros de millones de personas.

La sociedad se equivocó creyendo que los precios serían siempre alcistas. Habían invertido todos sus ahorros en la bolsa creyendo que obtendrían beneficios para siempre, pero la crisis comenzó a hacer acto de presencia y el pánico hizo que tratasen de recuperar sus inversiones, algo inasumible.

Suicidios masivos, viñetas cómicas de banqueros lanzándose por las ventanas y toda clase de noticias y rumores falsos se expandieron por la ciudad de Nueva York. Aunque sí es cierto que el problema era grave y se dieron ciertos suicidios, los medios de comunicación contribuyeron al pánico generalizado.

Los empresarios y accionistas más adinerados trataron de vender sus propiedades para cubrir las deudas, queriendo confiar en que el mercado se sanearía. Rockefeller, el hombre más rico de la época trató de persuadir y calmar a las masas comprando acciones en público, pero no fue suficiente.

El resultado de este desplome, además de generar una profunda desesperación en la sociedad, inició un proceso de crisis en el país que se extendió a muchos rincones del planeta. La credibilidad del mercado de valores estaba bajo mínimos, ya no se concedían créditos y había una gran deuda que pagar.

Una crisis financiera que superó fronteras

La quiebra de 1929 fue el inicio de la profunda crisis que se avecinaba, ya que el camino hacia las profundidades del abismo no hacía más que comenzar. Los norteamericanos contemplaron como los bancos comenzaban a quebrar, dirigiéndose hacia el desastre total y absoluto ante la falta de fondos para salvar la situación.

Al hundirse la economía, la sociedad dejó de acceder a los créditos, impidiendo que pudieran mantener sus posesiones. No había dinero, no se podía pagar la deuda y la insolvencia pasó a ser un término habitual.

Para las empresas sucedió exactamente lo mismo, ya que las inversiones habían caído en picado, al igual que el consumo, haciendo que la industria tuviera que comenzar a despedir empleados e incluso cerrar. Nadie quería comprar un vehículo nuevo en medio de una crisis.

Esta cadena de acontecimientos provocaron que muchos otros países siguieran la estela de Estados Unidos, ya que el capital prestado a Alemania fue repatriado, al igual que Austria. Este retroceso de flujo de dinero hacia Europa en forma de inversiones provocó que la crisis llegase al viejo continente.

La reconstrucción de Alemania dependía de capital norteamericano, lo que supuso un tremendo desastre para la economía alemana. El sistema financiero internacional estaba bajo las cuerdas, haciendo que las grandes economías se contrajeran e impulsaran una depresión también europea.

A diferencia de Estados Unidos, Europa comenzaba a despertar tras la Primera Guerra Mundial y, aunque no al ritmo del crecimiento de Estados Unidos, resultó un tremendo varapalo la propagación de la crisis del 29.

Comedores de beneficencia y desplome de la producción

Alemania y Estados Unidos fueron los principales damnificados de la Gran Depresión, ya que el resto de países europeos trataron de asimilar la crisis de una forma más ligera. El impacto fue menor, aunque también se sufrieron sus consecuencias.

Sin embargo, el desempleo y la bancarrota causada por el desplome de la bolsa fueron clave en el desastre financiero que sufrieron ambos países.

2 de cada 5 trabajadores estaban en el paro, luchando por sobrevivir y lograr traer a casa un simple trozo de pan. No había seguros de desempleo ni programas de asistencia social, lo que provocó que las organizaciones benéficas privadas quedasen completamente desbordadas.

La Gran Depresión modificó completamente el sistema financiero global, generando verdaderas situaciones dramáticas entre muchas familias de trabajadores y los propios sectores que conforman el tejido industrial de los países.